¿A quién quiere ver Huelva, a los mejores del mundo, o a Carolina?

(Foto @CarolinaMarin)

 

Winter is coming, Carolina. Aunque, esta vez, el retraso no será de seis temporadas, como en la afamada serie de HBO; dos semanas, ese es el tiempo extra con el que contará la onubense, para intentar «llegar» al mundial que se va a celebrar en su ciudad. La nueva fecha elegida por la Federación Internacional de Bádminton es la semana del 12 al 19 diciembre, un plazo para tratar de estar en condiciones de competir, o simplemente de jugar; lo especial de la ocasión reduce esta cuestión a un matiz meramente personal. Pero serán unos días más en los que, lo innegociable, sería arriesgar. Si alguien puede conseguirlo, de nuevo, es ella.

 

Ya vimos lo que pasó en un mundial de fútbol, sin Italia. Nada. La maquinaria de nuestro deporte rey es tan pesada, que puede aplastar hasta el recuerdo de cualquier torneo que hubiera podido ser mejor. Una sensible baja, pero la vida continuó sin la cuatro veces campeona del mundo. La ausencia de Caro no sería  un golpe en el corazón al mundial, en Asia, donde el bádminton es poderoso, y presume de poseer estrellas similares a ella. Asia viajará a Huelva igualmente, a ganar el mundial que le importa. De hecho, de no ser por el coronavirus, el retorno del evento en la ciudad no se resentiría demasiado, porque el mundo del bádminton, enterito, querría colarse en nuestra pequeña ciudad. Y tenemos que pensar en clave de gigante: su bádminton es nuestro fútbol, y un mundial no multiplica por cinco un europeo. Lo multiplica por cincuenta.

 

Sin embargo, lo que falta aquí, es nuestra propia perspectiva. ¿A quién quiere ver Huelva, a los mejores del mundo, o a Carolina? Porque, en mitad de una pandemia, podría suceder lo mismo que con el Super 300 del mes de mayo, pero más a lo bestia: un pabellón repleto de medios pero vacío de medios locales,  y que no retroalimentan al público que lo tendría más fácil (nosotros), si es que  se permite público. Pasar por la puerta de un mundial, sin saberlo.

(Foto @CarolinaMarin)

 

Por eso es importante que ella esté, porque si desentierra su hacha de guerra y nos manda una señal con su grito, los demás acudiremos con la cara pintada. Porque es a ella a quien queremos ver. Y somos nosotros a quienes ella quiere ver en las gradas. Pero, sobre todo, porque quienes la seguimos desde que tenía doce años no queremos que se pierda la cita. Siempre le quedará París, para reclamar su oro olímpico.

 

En el juego de tronos, o ganas, o mueres; pues bien, en el juego del bádminton, o cambias, o pierdes, por terminar como empecé. Ella le cambió la cara a este deporte para siempre, cuando obligó a sus rivales a reinventarse para poder ganarle. Y lo que vamos a ver en Huelva, en cierto modo, es parte de su legado. Ojalá lo pueda disfrutar con los suyos, haciendo de las suyas.

 

 

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