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Nuevo artículo de opinión de nuestro compañero Pablo Guerrero. El sentimiento recreativista a juicio


 

 Si crees que en este artículo vas a encontrar una crítica a compañeros recreativistas permíteme decirte que andas un tanto despistado; tampoco leerás un relato de falsa modestia y mucho menos una concatenación de justificaciones sobre asuntos que no las merecen. Este escrito pretende ser un ejercicio colectivo que ponga de manifiesto lo que bien es sabido por la inmensa mayoría de nosotros, eso que también podemos constatar entre casi la totalidad de los seguidores de nuestros rivales: el Decano del fútbol español tiene una maravillosa, fiel y entregada afición, envidiable en lo cuantitativo y en lo cualitativo, algo ejemplificado en uno de mis chascarrillos favoritos, ese que dice que es imposible cobrar una deuda en Huelva un lunes posterior a una derrota del Decano.

 

Una de las leyendas urbanas más desternillantes que ha arraigado en el imaginario colectivo es esa que dice que si todos los chinos saltasen a la vez, alterarían el eje de rotación de la tierra. Lo que no es un mito es que el recreativista muere por su club y, como ya ha quedado acreditado en innumerables ocasiones, es capaz de ponerle pecho a las balas y remangarse cada vez que percibe algún peligro, de modo que, sin pecar de prepotencia y sin caer en los errores de aquellos de quienes se suele decir popularmente que “no tienen abuela”, os invito a imitar a los chinos y a darnos este golpe de pecho común, en su justa medida, sin alharacas, pero sin dudar de su pertinencia.

 

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Bien es sabido que, como afición, estamos más que acostumbrados a que se nos cuestione desde páramos no muy lejanos, una pretendida disputa que los recreativistas solemos saldar con indiferencia o con una batería de datos reales y contrastados. La realidad es que ese “En Huelva todo el mundo es del Real Madrid o del Barcelona” no debería enfadarnos, sino enorgullecernos más si cabe. Conocemos los motivos: hay ciertos buitres carroñeros que sobrevuelan Huelva creyendo percibir un falso olor a cadaverina; buscan lo que nunca tendrán por mucho que lo deseen: el Decanato.

 

Es el fuego amigo el que cuesta entender. Existe en algunos sectores del onubensismo un afán infundado de cuestionar o de tratar de hacer daño a nuestra afición, ya sea por desconocimiento, por mala fe o simplemente por esa falsa superioridad moral de aquel que pretende rebajar a uno de los símbolos principales de esta bendita tierra, reduciéndolo al socorrido argumento de “es sólo fútbol”. Especial gracia me hacen aquellos que, por cuestionar, lo hacen hasta del número de abonados. ¡Qué lástima! No han entendido nada, parecen obviar todas y cada una de las veces en las que esta afición ha sacado las garras a todos los maleantes que han querido dañar a “El Abuelo”.

 

 

El recreativista puede serlo por un flechazo o “de cuna”, como los padres que inscriben a sus bebés en el registro casi a la vez que se pasan por las oficinas del Nuevo Colombino a sacarle su “Pequeabono”, sembrando de esta forma una semillita de la que germinará una secuoya albiazul.

 

Definía el gran Andrés Montes la sociedad formada por John Stockton y Karl Malone como “la medalla del amor”, esa que dice “hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”, un lema con el que bien podría referirse al Decano y sus aficionados.

 

En la genial película de la factoría Eastwood “Poder Absoluto”, hay una cita desgraciadamente aplicable a nuestro presente: “El mañana no está asegurado para nadie”, ni siquiera el del Recre. Lo que sí podemos afirmar –sin temor a equivocarnos– es que los recreativistas no conocemos el significado de la expresión “obsolescencia programada”, no tenemos fecha de caducidad, somos como esas pinzas de depilar de acero inoxidable o ese termo de cobre que nos llevan acompañando por casa toda la vida. Jamás dejaremos que el Decano camine solo; al fin y al cabo, de todas las formas de pasar por la vida, nosotros hemos elegido la más emocionante, la que se vive en clave albiazul.