La Contra-Crónica de Tomás García | «Yo juego a esto; ¿a qué juegas tú?»

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La contracrónica de Tomás García. La visión del Antequera-Recreativo de Huelva


 

Siempre he huido de hacer depender un titular, o una crónica, de un resultado. Por eso, antes de finalizar el partido y, como si de un cuadro impresionista se tratara, mi mente ya ha había captado la instantánea de lo que había visto. Un postrero gol nuestro, o uno de ellos, habría influido en el resultado y en mi ánimo, pero no en mi opinión. Y sé, que sólo porque Caye no mete esa última, algunos no se atreverán a decir que los de Abel hicieron en el Maulí el mejor partido de la temporada; Antequera 1, Recreativo 1, un duelo que, como cuando uno va al cine, mantuvo el interés del espectador de principio a fin, y no aburrió a nadie. Y ya eso…

 

Cuando, con humildad, yo decía que entre salir en plan kamikaze, y colgarse del larguero, hay mil cosas en medio, me refería a esto. Lo que tenía el Recre delante era un “regalo”; un equipo con mil recursos para hacer llegar el balón a campo contrario y, lo más importante, con voluntad de hacerlo noventa minutos. Pero el plan de partido contemplaba variantes respecto a otros días, que buscaban contrarrestar su juego jugando, y visibles desde el primer minuto. Si hasta ahora habíamos visto un «te doy un cate y corro a esconderme” (empiezo con una presión muy alta, pero a los diez minutos te espero en el bloque bajo), esta vez se trataba de un «si te atreves, ven, que de aquí no me muevo» (te dejo jugar hasta el bloque medio, y a partir de ahí tienes te lo tienes que currar). Un plan más arriesgado porque, al poner las cartas sobre la mesa, es más detectable, pero que también implica tener algo que impone respeto: personalidad. El Recre le dijo al Antequera, «yo juego a esto; ¿a qué juegas tú?» No había pasado, hasta este domingo.

 

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Y otra diferencia con tardes más aburridas, es ver a los nuestros perfilarse hacia adelante; el equipo estaba ejecutando bien las directrices del banquillo porque, además de hacer funcionar la cadena de ayudas para intentar parar a los locales, con balón se miró siempre a portería contraria, y además con criterio. Por el medio era muy difícil; pero el respeto que allí impone Alcalde, y las ayudas del ex del Antequera para que Domínguez pudiera satisfacer sus instintos (los instintos nunca se pierden), hicieron salir de su posición más de una vez a sus defensores, y a Luismi, quien ya de por sí tiraba para arriba con ganas de hacer algo, como así hizo. Con Marcelo a tu lado, puedes. Y, por las bandas, el Recre supo encontrar a Nico, y Nico supo encontrar al Recre. Vaya “trabajazo” también de nuestros laterales, y de todos.

 

Pero, lo que de verdad tiene mérito de todo esto, es que el Antequera lo estaba haciendo muy bien: durante muchos minutos tuvo mucho más balón y supo cómo llegar a Rubén más que nosotros a Jero Lario, y aún así nos seguía gustando el Recre. Los locales dominaron más pero fue todo lo que ellos pudieron, y no todo lo que nosotros les dejamos, como otras veces: esa es la gran diferencia. En Sanlúcar, por ejemplo, casi «rompemos el balón a balonazos»; aunque, también es verdad que, a veces, es más fácil jugar contra quien te deja hacerlo, que contra quien no, aunque éste sea mejor, y aunque sea mejor que tú.

 

Y el otro gran punto del partido, además del que sumamos, es la continuidad. La segunda parte fue igual que la primera, y no hubo bajón, desconexión, presión, ni nada que terminase en “on” ni porra frita. Ni siquiera sus cambios (por ejemplo, meter un delantero más referencia y buscar un fútbol más directo) alteraron el plan. El Recre mantuvo el tipo, y eso que hasta el rabo todo es toro y pudo pasar lo peor. Pero también lo mejor (Caye), y eso es lo único que le pido a Abel, y que tan poquitas veces me da: terminar con la sensación de haber hecho todo lo posible por ganar. Por los 135, por los dioses antiguos y los nuevos, por lo que quieras; no cambies.