Una victoria «made in Abel»
Contracrónica y opinión de Tomás García sobre el Recre Melilla
(Foto: David Gómez // Sportshuelva)
Me reafirmo en la idea de que, para saber qué ha sucedido en un partido, debemos escuchar lo que dice el entrenador que ha ganado. El que pierde tiende a mostrar todas esas variables que se alinearon en contra de su plan de partido, y a esconder lo que su equipo no supo o no pudo hacer, para hacerles frente. No se cumple siempre, no les pasa a todos pero, con respeto, no puedo estar de acuerdo con el míster del Melilla cuando dice que fueron mejores en la segunda parte. Fueron todo lo mejores que los de Abel les dejaron ser cuando estos se echaron atrás, permitiendo que se rehiciese un rival que, ni aún así, inquietó de verdad. Cada vez existen menos diferencias entre los entrenadores en las ruedas de prensa; «ser protagonistas con balón», «tener continuidad en el juego», «ser intensos en los duelos», y cuatro cosas más que, aunque nos recuerdan lo poco original que es fútbol de hoy, también son la causa de ganar o perder partidos. Recreativo 2, Melilla 0, un encuentro en el que, créanme, al Recreativo le sobró más de media parte, y en el que era más importante ganar, que cómo hacerlo. Aún así se consiguió «ganando los duelos», «siendo intensos», y bla, bla, bla. Cómo se agradece, de vez en cuando, la aparición de alguien que saca los pies del plato.
No quiere decir esto que, de entrada, el duelo se plantease sencillo. No existen duelos sencillos, sino falta de humildad, y si el Recre hubiera «despreciado» al Melilla, lo habría pagado. Pero no lo hizo, y Abel esperaba a un rival que venía con las cosas muy claras, y una mochila llena de jugadores nuevos; de hecho, venían a esperarnos ellos a nosotros y a encontrar, en un zarpazo, algo más que defender que un punto. Ya el partido de ida fue un verdadero «churro» por parte de ambos; un correcalles fuera de todo control en el que cualquier cosa pudo pasar, pero en el que no pasó nada, y en el que la casualidad mandó a paseo a la causalidad. Esta vez tenía que ser diferente, y el Recre se encontró con dos goles «más o menos tempraneros» pero no por azar, sino como causa de tener el balón y de saber llegar a tres cuartos, llevando al límite a todo el entramado defensivo del Melilla. Sencillamente, los de Juan Sabas no lo aguantaron.
Lo que sucede después del segundo tanto invita al debate más arraigado a la grada de un estadio, o a la barra de un bar; ¿a por el tercero, o a proteger el marcador, evitando el famoso correcalles? La línea que separa esas dos intenciones es muy difusa. Yo creo que, en los primeros minutos de la segunda parte, el Melilla resucita y comienza a manejar el balón, más porque el Recre se lo permite, que por su propia capacidad de reacción, y que tanto se meten los nuestros en su papel, que también se meten demasiado atrás. No me gusta cuando se concede tanto, pero es innegable que la situación está, en todo momento, controlada. «Un plan made in Abel Gómez» total; alguien que sabía que, según fueran apareciendo los espacios, iba a poder ir igualando las fuerzas sobre el verde y, también, ir probando las nuevas incorporaciones. Guste o no y, para gustos colores, un plan que funciona, y que en estos momentos nos tiene a los recreativistas “hablando solos”. San Fernando.