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Carolina Marín pidiendo disculpas tras retirarse lesionada (GETTY IMAGES)

¿Qué pensamientos pueden cruzar tu mente en ese momento para sentir la necesidad de pedirnos perdón? En todo caso, deberíamos ser nosotros quienes te pidamos perdón a ti. En ocho años, solo has experimentado las adversidades de la vida, siempre luchando por recuperarte, como la auténtica guerrera que eres. Te lesionaste la rodilla derecha y regresaste; sufriste el dolor más profundo que una hija puede sentir con el fallecimiento de su padre y seguiste adelante; cuando todo parecía estar en orden, te lesionaste la otra rodilla y surgieron temores sobre el final de una carrera histórica.

 

En ese periplo, perdiste la oportunidad de revalidar la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Río en la siguiente edición de Tokio y de representar a España en el Mundial celebrado en tu tierra natal. Huelva perdió a su anfitriona, pero comprendió que era lo más sensato. Tu tesón te llevó a forjar una versión mejorada de ti misma y volver a la competencia casi un año después. Fuiste capaz de recuperar tu mejor nivel y llegaste a París como un cohete. Perseguías el oro que no pudiste disputar en Tokio y nada ni nadie parecía poder detenerte.

 

Tu trayectoria olímpica nos volvió a ilusionar: pleno en fase de grupos, remontada en octavos de final y modo imparable en cuartos. En semifinales, volviste a deslumbrar. Descubrimos la mejor versión de una Carolina totalmente decidida a alcanzar la final. Superaste el primer set y el segundo iba en camino: 10-5 arriba. Pero, de repente, un mal apoyo sobre tu pierna derecha puso a todos en alerta: tus gritos de dolor presagiaban un mal augurio. Volvían los fantasmas.

 

Quisiste sacar a relucir tu lema distintivo «puedo porque pienso que puedo», te pusiste la rodillera y optaste por continuar pese al dolor. Veías que no podías dejar escapar el último tren, pero rápidamente te diste cuenta de que no podías seguir. Y ahí fue cuando te derrumbaste. También lo hicimos nosotros, porque tu espíritu nos inspira. Caer y levantarse en un camino repleto de obstáculos, donde las secuelas son heridas de guerra. Indudablemente, te alzarás como siempre lo has hecho y resplandecerás con tu enorme brillo.

 

Volverás a enfrentar al imperio asiático. Allí, tu eres la protagonista de la película “Un monstruo viene a verme”. En vez de comentar “que viene el coco”, dicen “por ahí viene Carolina Marín”. Has conseguido ganarte el respeto de todos. Te mereces una última oportunidad. Este no puede ser el punto final de la mejor deportista española de la historia. Es un orgullo que seas onubense. Gracias por tanto, Carolina.

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