Opinión | «Las señales que avisaban desde el principio»
La opinión y contra-crónica de nuestro compañero y colaborador, Tomás García
(Fotos: Fran Fernández)
Hace algunas fechas comentaba que, de todas las patas que sostienen la mesa, sólo la afición permanece fuerte, firme, y decidida a que la mesa no se caiga. Pero no podrá sola; las otras patas están carcomidas por la presión (jugadores), a punto de romperse (entrenador), en una mesa que no corresponde (director deportivo), o directamente no hay pata (directiva). Qué pena de mi Recre: cómo se ha puesto todo, en menos de lo que canta un gallo. ¿De verdad tiene alguien ganas de leer qué ha pasado en el partido, a nivel de juego? No lo creo, ni yo tengo ganas de poner flechitas ni de analizar dibujos; las señales que nos avisaban desde el principio de que algo muy malo podía pasar, ya son visibles para todo el mundo.
Y, lo que he visto frente al Murcia, podría haberlo escrito también hace semanas: en el campo, los futbolistas tienen muchos problemas y, entre ellos, un bloqueo mental de campeonato que les incapacita para dar bien un sólo pase. Pero el origen de este “farolillazo rojo” tiene una naturaleza más profunda: esta plantilla podría rendir mejor, pero también es muy inferior a la del año pasado, por los que faltan (Rahim, Trapero, Josiel, De la Rosa, Sergio Díez) y por los que han venido. Y los que ya estaban, menos Del Pozo, están dando vueltas sobre sí mismos, sin control y a toda velocidad, dentro de la famosa bola de nieve. No es que no quieran; es que no pueden, o no saben.
No es una cuestión de actitud, como tantas veces se ha dicho; esa sensación de parsimonia tiene que ver, en realidad, con esa manera de jugar de Abel Gómez que invita a que en los partidos no pase nada, y que busca sacar los puntos (o el punto) invirtiendo tan poco en buscarlos (o buscarlo), que lo único a lo que aspiras es, a eso: a que no pase nada. Y a que a algunos, que sé que no a todos, se nos quede cara de tontos cuando, siendo el equipo más resultadista del mundo, no consigues el resultado. Frente al Murcia no ha sido una excepción: así se jugó los ascensos, y así se está jugando su puesto.
Y con esto no quiero señalar al míster; sólo comento lo tristes que me parecen sus propuestas. De hecho, lo que sí voy a detestar con todas mis fuerzas es la «campañita» que, si le despiden, le van a hacer desde “algunos frentes” para que parezca el máximo culpable. No lo es, sólo es responsable de su parcela; no es él quien dirige el club ni quien toma decisiones relevantes, ni siquiera dentro su parcela.
El director técnico no ha acertado, en prácticamente nada. Se puede acertar también con menos dinero pero, por desgracia, no ha sido el caso. Y si Abel ha pecado de hablar poco, creo que Óscar lo ha hecho de hablar demasiado, y ha venido dando una imagen no de ser una parte del club, sino de ser el propio club; vamos, que parece, como se suele decir, «que todo es suyo», y la gente le culpa como si fuera uno más de los que “super manda”. Le habría ido mejor diciendo algo así como «he hecho lo que he podido con lo que me han dado», en puesto de «hemos hecho lo que hemos podido con lo que teníamos».
Jesús Vázquez y sus compañeros de junta están sobrepasados, desesperados, y muy lejos de poder dar algo de esperanza a la masa social que representan. Claro que, si nos ponemos así, aún tienen a alguien por encima, y que debería ser la tarima que diera estabilidad a la mesa del principio de esta nota. Pero la metáfora se escribe sola: la mesa se tambalea porque, bajo sus patas, todos quieren hacer de tarima, pero sin ser la tarima: que lo sea otro, si las cosas van mal pero oye, si las cosas van bien que mi nombre aparezca por ahí, por alguna parte. Lo de siempre en este equipo, maldita sea su suerte y bendita su gente, única pata de la mesa gracias a la cual sigue habiendo mesa, y sigue habiendo equipo.