LA CONTRACRÓNICA DE TOMÁS GARCÍA | VAYA «DOMINGAZOS»
Contracrónica y opinión de Tomás García sobre el partido en Mallorca

Foto: Lola Limón)
Copiando aquella frase de Woody Allen, ser del Recre es ser de un equipo que te hará sufrir pero, que haciéndote sufrir, es de los mejores; por eso, cuando te da alegrías y, después de todo lo que llevamos encima, no es de los mejores ni de los peores: no hay nada igual. Ríase usted de esos que se llaman a sí mismos “sufridores”, con títulos europeos; pero ríase también (en el más figurado de los sentidos, claro) de aquellos que sienten que lo tienen todo, por lo que tienen en las vitrinas; eso es tener, no sentir. Sentir es ver a Antonio Domínguez haciendo dos goles para no perder la estela de Castellón, Málaga o Córdoba, cuando hace dos años estábamos en el infierno (de verdad), y hace alguno más los buitres y las hienas daban vueltas alrededor nuestra, para pelearse por el más preciado de los trofeos, y que ninguno puede tener en sus vitrinas. Sentir es ver a Antonio haciendo “eso”, que podría haber firmado quien ustedes quieran, cuando hace “un rato” jugábamos en campos en los que, si te salías corriendo, te pegabas contra algo. Sentir es estar aquí después de aquellos “30s” de Junio en los que parecía que todo iba a detenerse. Pero luego comprendes que no puede detenerse, cuando ves a Huelva, a Punta Umbría o a Tharsis, paseando por Mallorca. Lo del fútbol profesional no sé cuando llegará, pero con esta masa social, las posibilidades de volver son del cien por cien.
Con el cien por cien de seguridad me la jugué, cambiando ya de palo, a que Domínguez jugaría exactamente donde lo hizo. Abel quería que fuera él, no sólo por lo que podía aportar ahí, su posición natural, sino también por lo que otros podían dar jugando a su lado: porque Iago también tiene mi confianza de humilde aficionado (y seguro, la del míster) para jugar por el interior pero, a diferencia de Antonio, el futbolista catalán tiene la virtud de darte exactamente lo mismo en la banda que lo pongas, aunque juegue a pie cambiado; Antonio Domínguez posee un virtuosismo que nadie más tiene, pero carece de esa polivalencia porque en la derecha sufre como extremo, y el partido requería dar respuesta a dos laterales, Campadabal y Ferroni, que eran de armas tomar. De hecho, nuestros jugadores de banda se van cambiando buscando hacer daño, pero tratando también de que un perfil como el de De La Rosa tuviese atemorizadas las bandas rivales, y que se lo pensaran dos veces antes dejarle demasiado
espacio.
Me gustó el Recre. Analizando los primeros minutos, te das cuenta de que lo que estás viendo es una guerra de velocidades: cada uno quería que se jugase a la suya. Los locales, necesitados y lejos en la tabla del lugar que sugiere su plantilla, tratan de imponer un ritmo alto que exija al Recre pensar únicamente en defenderse; pero el decano y, como rasgo de esa personalidad que se ha ido forjando, es capaz de poner a dormir al más nervioso de los contrincantes, gracias a esa parsimonia con la que saca el balón jugado, y que en tiempo algunos confundieron con falta de intensidad. Y, una que vez el contrincante está amodorrado, mete otra marcha en campo contrario para ejecutar su “te cogí, te comí”.
Así y, con la pegada que siempre he creído que tiene el equipo, pero que tantas jornadas me ha dejado en mal lugar, esta vez no hicieron falta tantas para meter dos, y llevarnos el partido. Me gustó el Recre porque su plan se impuso al del otro y, porque ahora, la prioridad de dejar la portería a cero no parece tan incompatible con poder morder arriba. Tal vez era tiempo. Esperando atrás, Abel daba espacio a gente tan válida como David Navarro para que se acercase, pero se lo negaba a Ofoli o Miguelete, quienes continuamente se estrellaban contra nuestras ayudas. Que te ronden sin llegarte; una estrategia que, cuando era todo lo que había, me parecía una tragedia griega; pero que ahora me gusta porque tengo la sensación de que, en cualquier momento, puede pasar algo bueno. Una sensación que antes no tenía y que nadie me nos asegura que sea para siempre pero, amigos recreativistas, esta frase también es de Woody Allen: “La única manera de ser feliz, es que te guste sufrir”.



