Una temporada con copas y sin playoff no deslucen haberse mantenido con solvencia

 

(Foto: Sportshuelva.com / Adrián Chicón)

 A la pregunta que nos hacemos en el titular me gustaría encontrarle una respuesta lo más certera posible. Después de un ascenso de Tercera División, la de entonces, y dos temporadas en Segunda Federación con cierta solvencia incluso a punto de colarse en los playoff de ascenso en la primera de ellas, toca plantearse si el equipo aurinegro está llamado a logros más contundentes. La contestación no es nada fácil por cuanto el gran mal de los equipos en estas categorías se encuentra en la fragilidad para encontrar el equilibrio entre ingresos y gastos y en la consolidación de la plantilla y cuerpo técnico.

 

En esta temporada no se empezaba de cero pero sí con algunas incógnitas. La primera, en el banquillo. La llegada de Juanma Pavón ofrecía el aval de su paso por el Villanovense pero sin conocer a los jugadores con los que iba a contar. Un tándem formado con Jesús Vázquez, dos ex recreativistas, con ganas de demostrar que se podían enfrentar a dos temporadas y media de Antonio Fernández Rivadulla, el técnico gallego que cambiaba de banquillo con la marcha a la Primera Federación para entrenar al Pontevedra.

 

La otra incógnita se encontraba en la salida del área de ataque principalmente referenciada en el sevillano Rafael González “Chuma”, con 16 tantos la campaña pasada se había convertido en el hombre gol, aunque no era el único.

 

Las cosas, curiosamente, comenzaban exactamente igual que el año pasado, perdiendo los dos primeros partidos. Poco a poco, el equipo se fue instalando en la tabla con momentos mejores, de llegar incluso a figurar en puestos de promoción de ascenso, así como peores cuando descendía hasta los infiernos para ser conjunto descendido.

 

 

Entremedio, nos encontrábamos con las habituales distracciones en forma de otras competencias. Así, el San Roque formaba parte de la Copa Federación con un claro objetivo: ganarla. Repetir el triunfo de la temporada 2009-2010 cuando se vencía en la ida y en la vuelta al Lorca Deportiva. Sin embargo, solo se llegó hasta semifinales en una noche con sobresaltos constantes ante el Alzira, con marcador ventajoso hasta el minuto final de la prórroga y la cruel despedida de la disputa por el título en los penaltis.

 

A pesar de ello, esa Copa Federación permitía, por ser semifinalista, colarse en la Copa del Rey. Competición con la mirada puesta, por provenir del torneo anteriormente mencionado, en un Primera División. Gran emoción en Lepe y, claro está, nueva distracción para la liga. El Getafe necesitó de otra prórroga para doblegar a los aurinegros por 2-3 en una noche que pudo haber otorgado la victoria por primera vez en partido oficial ante un conjunto de la máxima categoría del fútbol español.

 

Las penas con pan son menos y 60.000 euros de recaudación vinieron como el agua en mayo que ahora tanto necesitamos en los pueblos de Andalucía.

 

Tocaba centrarse en la liga, en reestructurar el equipo, en dar cobertura a jugadores empleados en otras competiciones, en colocar el tiro ante la diana y ello permitió después de tanta lejanía con la competición doméstica a ir tomando forma. Llegaba cierta consolidación con una racha de siete encuentros sin perder, cinco victorias y dos empates, una derrota inesperada ante el Mancha Real, y otros seis encuentros invicto. Ofrecieron confianza al equipo y permitieron aposentar el juego.

 

Las cosas no iban a ser fáciles. Llega el golpe de Jesús Vázquez, el segundo de Pavón, con un problema de salud, se ve privado de estar junto al comandante de la nave lepera durante algunos partidos.

 

Pavón cambia de sistema para instalar tres centrales en defensa con dos laterales muy abiertos, dos puñales por la banda, un juego mucho más dinámico con mejores réditos fuera de casa, con un partido que ofrecía la dimensión de un derbi, ante el Recreativo de Huelva en el Nuevo Colombino. Un empate conseguido por los albiazules en el 98 dejaba a los sanroquistas con el gesto torcido después de un partido planteado con gran precisión para que no fallara nada.

 

 

En esa seguridad defensiva aparecía un nombre, el de Jesús Rueda, un central con experiencia, incluso internacional, que aportaba serenidad, colocación y precisión en el desarrollo del juego desde atrás.

 

El fenómeno Chuma fue poco a poco diluyéndose con la presencia de Santisteban y, últimamente con Jacobo, en el plano goleador. La defensa se entonó con jugadores que prácticamente repetían partido a partido, Beckem, Antonio López o Iván Robles, el centro del campo, encontraban al rubio sueco Joel, al capi Camacho o las incorporaciones de Pablo Haro, algo desaparecido en las últimas jornadas.

 

Más allá de nombres, Pavón buscaba siempre refrescar el equipo partiendo desde la portería con David Pinto Robador que debió contar en algún momento con el argentino Maidana para afinar sus actuaciones.

 

Más allá de un jugador en concreto, la temporada ha marcado que el equipo ha funcionado como conjunto por encima de las individualidades, con los inconvenientes de disponer de uno de los presupuestos más bajos de la categoría, de convencer a jugadores para que formaran parte de una familia aun sabiendo de ofertas con más sustancia económica y con la esperanza de aportar una gran alegría al final de temporada.

 

Y todo esto con un club en venta por parte de sus propietarios, con los números milagrosos para no caer en deudas imposibles de acometer teniendo en cuenta que el San Roque es una Sociedad Anónima Deportiva y con una incógnita: ¿será capaz el próximo año de dar el siguiente paso? ¿Se hará mayor?

 

La respuesta no la tenemos nosotros pero la decisión sí está en el club. Dependerá de jugadores, del mercado y del apoyo de un pueblo que debe implicarse en una seña de identidad para Lepe como es el San Roque. El San Roque vende y no solo fútbol. Veremos.

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